7/6/09

Fobia social, sus relaciones con la timidez

Aclaremos inicialmente que la fobia social no es lo mismo que la timidez, aunque ambas sean primas hermanas y se encuentren estrechamente emparentadas. Una persona tímida siempre es apocada en el trato con los otros y las más de las veces siente algún grado de incomodidad y de aprensión en el encuentro con los otros; pero no por ello se siente necesariamente juzgada por la gente en forma severa o –lo que sí ocurre en la fobia social-, con temor a verse humillado por su conducta, por sus comentarios o por su desempeño ante los demás. La persona tímida siente que si se mueve con cautela todo va a estar suficientemente bien.

A diferencia de esto, la persona que sufre una fobia social siente en ciertos momentos, que haga lo que haga los demás pensaran que es un ser que no merece aceptación. Su temor a cometer un error debe entenderse como un temor a cometer un error más; como si el hecho de su sola presencia u existencia en ciertas ocasiones, fuera de por sí reprobable ante la mirada de los otros. Es obvio que ambos cuadros son dos cosas distintas, aunque ambos induzcan a un mismo apocamiento, a un mismo aislamiento y a una misma falta de participación en actividades sociales que involucren exponerse frente a los demás.

Por otra parte y aunque parezca extraño, las personas que sufren de fobia social no necesariamente son tímidas, pueden sentirse cómodas las más de las veces ante la gente. Pero en ciertas ocasiones especiales como el tener que hablar en publico, el tener que compartir un ascensor con personas desconocidas o el tener que almorzar solos en un lugar concurrido, se sienten observados y potencialmente criticados en forma silenciosa por parte de los otros; por lo que se ven cíclicamente inundados de un intenso e inmanejable sentimiento de incompetencia y de inadecuación.

En sus formas leves la fobia social provoca únicamente un exceso de auto-observación y de autocontrol, y sólo se vuelve manifiestamente intensa en situaciones en que quienes la sufren son evaluados realmente, o en las que tienen que interactuar con figuras de autoridad –exámenes escolares, académicos o de cualquier otro tipo, una entrevista de trabajo o la presentación de un informe laboral, la posibilidad de una relación íntima o de un acercamiento emocional importante, etc.-; pero en sus formas severas, la fobia social se torna extremadamente paralizante en casi cualquier tipo de situación; hasta el punto de inducir a quienes la viven a rechazar un ascenso en el trabajo, si es que esto los obliga a enfrentar situaciones nuevas y temidas; o a tratar de apartarse todo lo que les es posible de tener que actuar frente a un público o de cualquier forma de interacción con gente extraña.

Dado que en la práctica esto es un lujo que casi nadie puede darse -pues la inmensa mayoría de la gente tenemos necesariamente que relacionarnos con los otros para poder vivir, trabajar y estudiar-, sus vidas transcurren en un estado de tensión constante y repetitiva que termina arruinando tanto su salud como su bienestar emocional.

A veces la angustia por un evento o situación atemorizante, comienza semanas antes de su realización; se sostiene durante su transcurso y se continua con posterioridad a través de la idea de que se hizo un mal papel y de que ya no hay nada que uno pueda hacer para restablecer la imagen personal ante quienes estuvieron presentes; por lo que toda la secuencia se les vuelve extremadamente dolorosa y desgastante.

Lic. R. Prieto.

Marzo del 2009.

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