28/8/09

Pensamiento depresivo y depresión 2


De acuerdo a la concepción cognitivista, los depresivos se hallan generalmente dominados por la auto-desvalorización, el pesimismo y la vivencia de falta de control sobre aspectos importantes de su vida. Los depresivos también padecerían de una distorsión perceptual y de una distorsión en el modo de procesar la información, que incluye la atención selectiva hacia los aspectos negativos de su entorno, la sobre-personalización, la sobre-generalización y la excesiva reacción (catastrofización), frente a las experiencias conflictivas de su vida.

Ya sea como prolegómenos de los estados depresivos o como elementos concomitantes, los pensamientos negativos se correlacionan fuertemente con los estados de depresión, aunque varios estudios demuestran que estos también se hallan presentes en las personas normales; aunque no con la misma frecuencia, ni con la misma persistencia, ni con la misma intensidad.

Una plétora de estudios ha demostrado que los vínculos interpersonales positivos con que cuentan las personas -a lo que se denomina “apoyo social”-, atenúan las consecuencias físicas y emocionales del stress y de la depresión. También se han demostrado el incremento del riesgo de depresión en los casos de relaciones familiares y laborales conflictivas, de la falta de un contacto emocional intimo basado en la confianza, del stress marital, de los vínculos sociales superficiales o negativos, etc.; pues se sabe que el apoyo social necesario y suficiente actúa como un colchón protector que reduce la incidencia de muchos estresores.

Los principales caminos reconocidos, a través de los que opera el apoyo social son: 1) La orientación cognitiva. 2) La asistencia tangible y 3) El apoyo emocional.

Los factores de la personalidad también han sido estudiados en cuanto a su capacidad de ejercer una función protectora o propiciatoria de la depresión y del stress y tres conclusiones emergen con claridad de entre la multiplicidad de los estudios realizados: 1) Las personas más propensas a sufrir depresión, dependen fuertemente de los otros para su sostén emocional y su sentimiento de aprobación, 2) Son muy vulnerables en su autoestima, y 3) Poseen habitualmente rasgos y tendencias obsesivas –tales como la rigidez y la incapacidad de adaptación-, que las predisponen a sufrir en mucha mayor medida que los demás, la incidencia de estas alteraciones.

Avanzar en la comprensión de qué factores de la personalidad y del entorno -en términos de autoestima y de apoyo o de falta de apoyo social-, aumentan o disminuyen la emergencia de las ideas y de los pensamientos depresivos, así como su frecuencia e intensidad, y el nivel de impacto e incidencia que estos tienen o pueden tener en el desencadenamiento de estados depresivos, fue el objeto del estudio realizado en 1985 por dos psicólogos norteamericanos llamados, James L. Pagel y Edmund Becker, que se describe a continuación.

La población estudiada estaba constituida por familiares a cargo de enfermos de mal de Halzheimer, los cuales -se sabe desde hace mucho-, sufren generalmente de un fuerte stress emocional, físico y económico, constituyendo en sí grupos de riesgo, en cuanto a sufrir a su vez intensos cuadros depresivos, por lo que se estudio su debilitamiento en función de su nivel de autoestima y del grado de apoyo social con el que contaban.

Los principales estresores dentro de estos cuadros es la certeza anticipada de la perdida de un ser querido y el severo cercenamiento de la vida de relación, que acompaña a estos procesos los cuales se prolongan por lo general, durante un promedio de 4 a 10 años, y lo cual los margina severamente de la posibilidad de retroalimentaciones positivas regulares y de la posibilidad de moverse en un radio más amplio de relaciones.

Ya Beck en 1967 –renombrado especialista en temas de depresión y autor de la escala diagnostica que lleva su nombre-, postulo que las relaciones interpersonales armoniosas disminuían la aparición de ideas depresivas y que su disrupción o transformación, actuaba como desencadenante de las mismas. Por su parte, Seligman y Abramson, indicaron en 1978 a través del denominado “Modelo reformulado de indefensión aprendida”, que los déficits en autoestima estimulaban la actividad cognitiva depresiva en las personas afectadas.

Para ello se sondearon las atribuciones causales, expectativas y otras creencias con relación a: 1) las modificaciones en el vinculo entre el cuidador y el enfermo, en especial los derivados de conductas no predecibles de éste ultimo, y 2) respecto a los cambios limitativos en su propia vida, que el cuidador reconocía como desgastantes y exasperantes en extremo. Items relevados importantes fueron: las percepciones respecto al grado de control que tenían o que creían tener sobre la situación, sus expectativas respecto a poder controlarla en el futuro, la dimensión o globalidad que la misma había adquirido para ellos, la medida que asignaban a la probabilidad de mejoría de su situación o de su empeoramiento progresivo (vivencia de cronicidad o de irreversibilidad), y el alcance de las auto-recriminaciones que la persona se hacia por su estado personal y por la situación como un todo.
Esto ultimo se realizo en concordancia con la idea de Seligman de que la perdida de control combinada con auto-recriminaciones y con la idea de incontrolabilidad en el futuro, son depresiogénicas de por sí, en relación a éste y a cualquier otro tema de importancia vital; así como con la noción de Beck de la importancia patógena de la tríada depresiva, caracterizada por ideas negativas respecto a sí mismo, al mundo y al futuro.

Una descripción más detallada de las variables estudiadas, sería:

- Grado de control actual: preguntas sobre el grado de control percibido, incluían lo siguiente: ¡Cuanto control cree Ud. que tiene sobre la conducta imprevisible de su cónyuge, en términos de ser capaz de alterar o de modificar dicha conducta dentro de un margen deseado por Ud.?. Y, ¿Qué grado de control cree Ud. que tiene sobre tal conducta especifica en particular?. Y esto referido tanto a la conducta del cónyuge, como a los cambios indeseables en la vida, sufridos por el cuidador.

- Grado de control futuro estimado, sobre los mismos aspectos de la situación.

- Amplitud o globalidad del proceso: se pregunta por ej.: ¿Esa conducta imprevisible de su cónyuge se limita a cierta área en particular, abarca distintas áreas o se extienden a la totalidad de sus conductas? Y, ¡Su enfermedad a afectado un solo aspecto de su vida, todos, o solo algunos de ellos.

- Grado de cronicidad: respecto a las conductas imprevisibles del esposo, se preguntaba: “¿Cuan probable es en su opinión, que su cónyuge continúe teniendo esas conductas en los próximos tres años?” y lo mismo para las alteraciones personales, pues otra variable importante es el tiempo de exposición a las circunstancias estresantes y las expectativas que el cuidador tenga sobre su evolución en el futuro.

- Nivel de Indefensión: se preguntaba por ejemplo, hasta que punto estaba de acuerdo con el enunciado: “No hay nada que ud., ni yo, ni ninguna otra persona, pueda hacer al respecto” o bien con el enunciado “Estoy seguro/a de que podré solucionar mi situación”.

- Atribuciones Causales: en términos de factores internos y externos. Sobre la etapa previa al diagnostico de la enfermedad y en relación a los síntomas, cuando estos eran aún ambiguos o imprecisos, y en términos de si correspondían a algo básico del esposo, de ella o de ambos.

La mayoría de los ítems debían ser contestados por los participantes dentro de una escala de 1 a 7, donde 1 significaba por ejemplo, “Estoy totalmente en desacuerdo” y 7, “Estoy totalmente de acuerdo”; o “Carezco de todo grado de control” y “Poseo control absoluto sobre la situación”, o bien “Es imposible que esto no se agrave y mejore” o “Estoy seguro/a que la situación habrá de mejorar”.


El apoyo social se evalúo a través de la Escala de Satisfacción Global - GSS (Fiore, 1980) que discrimina entre 1) orientación cognitiva 2) reforzamiento social: guía retroalimentativa y de feedback sobre las propias conductas, rasgos y actitudes. 3) socialización: entendida como recreación, esparcimiento y otras actividades y situaciones no conflictivas 4) apoyo emocional: contención, cuidado, reaseguro, confirmación, comprensión. Y 5) asistencia tangible y ayuda concreta: material, medios, contactos, etc.

Principales conclusiones: El resultado de este estudio aporto una descripción muy amplia de las diferencias individuales en las reacciones depresivas a un estresor crónico y global. La severidad de las cogniciones y el nivel de apoyo social y de autoestima, demostraron ser por un lado independientes y a la vez estar fuertemente asociados con el nivel personal de depresión. Lo cual da apoyo a recientes estudios sobre el papel del estrés en la gestación y desencadenamiento de cuadros psicopatológicos y de la influencia sobre él que tienen los factores sociales y de personalidad.

La mayor contribución del presente estudio fue la evidencia de que el apoyo social y la autoestima están fuertemente asociados con menores niveles de depresión, pero que esa asociación es diferencial, estando la autoestima más vinculada al numero e intensidad de las cogniciones depresivas y el apoyo social al grado de impacto de las mismas, pero sin mayor incidencia en su número e intensidad, no siendo por lo tanto intercambiables.

El apoyo social protege de la depresión disminuyendo el impacto de las ideas depresivas, alterando más la reacción emocional a las mismas que la percepción del entorno. El apoyo social no hace del mundo un lugar mejor para estas personas, pero les ayuda a tolerarlo sin sufrir daños excesivos.

Es obvio por otra parte, que el nivel de apoyo social y el nivel de autoestima personal, están correlacionados entre sí y que la depresión a su vez, afecta a ambos, y que además existen otros factores importantes relacionados con la depresión, las ideas depresivas y su impacto, tanto sociales como de personalidad, que actúan en todo individuo.


lic. Ramón Prieto

Julio del 2009.


Referencias:

- Pagel Jones L. y Becker Edmund.,.Pensamiento Depresivo y Depresión: Relaciones con la Personalidad y con los Recursos Sociales. Journal of Personality and Social Spychology, editado por la Sociedad Psicológica Americana. 1987 – V.50. Pag. 1043. -

- Pruebas y procedimientos utilizados: El nivel de autoestima se relevo a través del TSCS – Tennesee Self-Concept Scale (Fitts, 1972); el grado de depresión a través del BDI -Beck Depresion Inventory- (Beck y Beamsderfer,1974), también se administro el Schedule for Affective Disorders and Schizophrenia Change Interview (SADS-C; Endicott y Spitzer,1978) que fue usado para revisar el Reseach Diagnostic Criteria (Spitzer,Endicott y Robins, 1978) y el SADS-C parallel form of the Hamilton Depresion Rating Scale (Endicott, Cohen, Nee, Fleiss y Sarantakos, 1981).

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Para pintar un Dragón, un artículo referido al desarrollo de la autoestima


Hace más de 200 años, un gran pintor japonés fue convocado para decorar el salón principal de un templo budista ubicado en la capital cultural y espiritual del país; pues el abad a cargo del monasterio quería que se pintara en él, la figura de un enorme dragón.

Dado que ello constituía un honor y un reconocimiento que no deseaba rechazar, el artista acepto el encargo, pero no sin antes plantear al sacerdote ciertas dudas y temores que empañaban su confianza sobre su capacidad respecto a la adecuada realización del trabajo. Pues entre otras cosas, jamás había podido ver un dragón -si es que estos existían realmente-; y además el pedido del abad, se alejaba en mucho de la reproducción de los habituales paisajes de montaña a los que estaba acostumbrado y a través de los cuales había cimentado su prestigio.

Luego de escuchar con respeto sus reservas, el viejo monje lo miro con seriedad y le dijo: “No le importe a Ud. no haber visto jamás una tal criatura, ni siquiera le importe el hecho de que esta exista o no; despreocúpese totalmente del resultado final de su esfuerzo, de sí habrá de tener éxito o de fracasar; así como de la opinión que sobre su obra, habrán de tener quienes la juzguen una vez realizada.” “Logre Ud. imaginar un dragón dentro suyo y luego transfórmese en él.”

Como el pintor no sentía haber comprendido acabadamente el consejo, rogó al monje que se explicara un poco más. “Es sencillo”, dijo éste, “Colóquese en el estado de ánimo apropiado, convocando dentro suyo lo mejor de sí, y luego piense serenamente en su dragón. Haga esto cada vez con mayor frecuencia y con mayor intensidad, hasta que logre concentrar en ello la totalidad de su ser. Ese será el momento en que su espíritu se habrá convertido en el de un dragón, y éste lo impulsara a darle una forma.” “Ud. posee los recursos técnicos necesarios y es de por sí ya un gran artista, lo que debe desarrollar es su voluntad, su poder de concentración y su capacidad de entrega a aquello que se ha propuesto.”

Por primera vez desde que comenzara el dialogo, el rostro del pintor se hallaba distendido y como el monje vio en sus ojos el brillo anticipado de la realización, considero oportuno agregar: “Es una buena señal que comience Ud. a tener más confianza en sus posibilidades, pero como yo le he indicado un camino que no ha recorrido aún; es mi deber advertirle, que de intentarlo, no dejara de enfrentarse con serias dificultades. Pues si bien no hay nada en él, que no sea simple en sí mismo; recorrerlo supone una tenacidad y un olvido de sí, poco común entre la gente; y además, -y lo que quizás encuentre Ud. más difícil-, el abandono de ciertos hábitos mentales a los que debe estar Ud. demasiado acostumbrado, pues ellos forman seguramente parte de su ser, desde hace ya mucho tiempo.” “De que retroceda Ud. o no, frente a esas dificultades; dependerá el resultado final de su esfuerzo y lo que es aún más importante, la imagen que tendrá de sí en los próximos años; hasta que la vida, si es que lo hace, lo coloque ante otra circunstancia igualmente importante para Ud..” “No hay forma de escapar de ello, y esto es necesariamente así, pues como ya tendrá oportunidad de descubrir por sí solo si es que emprende ese camino, lo que en última instancia se halla en juego aquí, lo no es otra cosa más que la fuerza y el alcance de su capacidad de amar.”

Tras meses de un arduo trabajo interior, cuyos beneficios le acompañarían por el resto de sus días, el artista sintió que la mítica criatura había madurado dentro suyo y que había llegado el momento de plasmarla en el lugar que le estaba reservado; pues por otra parte, ya no lograba concebir ninguna otra cosa que deseara o pudiera hacer.

El resultado de su obra, es el magnifico dragón que aún hoy puede verse en el templo Myoshoji de la ciudad de Kyoto; y del que suele decirse que posee en su forma y en su expresión, tanta frescura y tanta fuerza vital, que uno siente al observarlo que éste podría saltar del muro en cualquier instante a su antojo, y elevarse por el aire dibujando remolinos, para ir a hacer sus travesuras de dragón sobre los techos de la gran ciudad.


R. Prieto.

Febrero del 2.001.















Sobre el Stress


(Desgrabación de entrevista: Radio “Signos” – AM 97.5 - 19 / 7 / 2009.)


Introducción:

La conciencia de la existencia del stress y de sus principales consecuencias: irritación, cansancio, aumento de la probabilidad de sufrir enfermedades, es algo que se halla bastante difundida en nuestro país. En realidad puede decirse que hay pocos conceptos provenientes de la psicología y de la medicina psicosomática, que hayan recibido una aceptación tan amplia en las ultimas décadas como la noción de stress; y esto en gran medida gracias a la atención que los medios de difusión otorgaron al tema a partir de la década de los setenta y hasta mediados de los ochenta.

Actualmente al stress se lo tiene bastante olvidado y cuando esporádicamente volvemos a escuchar de él, uno siente que es muy poco lo que se ha agregado sobre el tema, mas allá de lo que se decía hace ya varios años. Por otra parte –y lo que es mas grave-, uno siente que en la practica, es casi nula la actividad de nuestros sistemas sanitarios para prevenirlo o compensarlo. Seguramente porque compelidos por una realidad más acuciante, estos deban atender permanentemente a otras urgencias –urgencias que irónicamente sabemos en buena medida producidas por el stress-; o quizás, porque ocurra que las causas del mismo, no se consideran de hecho posibles de solucionar.

Tampoco pareciera existir actualmente ni entre nuestra ciudadanía, ni en nuestros medios de comunicación, una preocupación muy acentrada por el stress, ni una atención acorde a la importancia que por otro lado se le asigna en cuanto a nuestra salud, a nuestro bienestar individual, y a nuestra calidad de vida. Y esto probablemente, porque cierta muletilla repetida innumerables veces a lo largo de muchos años, logro convencernos que “El stress es parte de la vida moderna”; lo cual contrasta fuertemente con esa otra afirmación, también muy repetida en aquellos tiempos, que nos urgía a comprender que al stress había que tomarlo con mucha seriedad, porque “El stress mata”; aunque preocupados por sobrellevar las sucesivas crisis económicas que absorben nuestro esfuerzo, nuestro tiempo y nuestras preocupaciones desde hace ya muchos años, tanto nuestro bienestar como nuestra salud hayan quedado relegados para nosotros a un segundo plano. Cosa que sí, de verdad, debería preocuparnos.

Hoy nos acompaña el Lic. Ramón Prieto, psicólogo clínico, docente universitario con mas de 17 años de dedicación y actual coordinador de talleres de Programa de Salud Mental del Hospital Pirovano.


- Lic. Prieto: ¿En qué consiste o como podemos definir al stress?

Bueno, creo que la mejor manera de comprender el stress es comenzar viéndolo como el resultado de un intento fallido de defensa frente a agresiones provenientes del medio externo. Situación donde el fracaso en eliminar o en apartarse de la fuente de agresión, desencadena dentro nuestro, un intenso, prolongado y en la práctica ineficaz intento de defensa; dando inicio así a ese proceso dañino que denominamos stress. El cual desgasta y debilita poco a poco nuestro organismo y que en casos extremos nos conduce hacia un colapso físico y mental.

El mecanismo por el cual el stress produce en nosotros un debilitamiento progresivo, surge del hecho de que la primer y principal reacción fisiológica de defensa con que contamos como especie, para tratar de resistir las agresiones y las amenazas del mundo externo, es el incremento de nuestros niveles de adrenalina en sangre. Incremento ordenado por nuestro cerebro y destinado a provocar una fuerte activación de todas aquellas funciones fisiológicas y psíquicas que facilitan en nosotros, tanto la fuga como el ataque frente a una amenaza externa; lo cual constituye un mecanismo de defensa desarrollado por nuestra especie a través de cientos de miles de años de evolución.

El problema es que como con esto en muchos casos no alcanza para eliminar muchas de las posibles fuentes de agresión a las que podemos estar expuestos y a veces ni siquiera para apartarnos de ellas, la situación de agresión persiste; por lo que nuestro organismo se ve llevado a reiterar una y otra vez el mismo fallido intento de defensa. Lo cual lo lleva inevitablemente a un estado sostenido de sobreactivacion.
Una analogía posible sería la de un motor que marcha a un ritmo demasiado intenso durante periodos demasiados prolongados, lo cual tiene en común con las personas que sufren estrés, la situación de desgaste. Y dado que nuestras reservas orgánicas y recursos defensivos son muchos, pero no infinitos, esta situación no puede mantenerse en forma indefinida sin que se produzca un creciente y finalmente masivo deterioro de nuestro estado físico, psíquico y emocional. Lo cual además de la perdida de nuestro bienestar, nos acarrea generalmente una serie de otras graves alteraciones.

Alteraciones que según la predisposición genética de cada uno, de su estado de salud y según la incidencia además de otros factores, tales como los hábitos alimenticios, el consumo o no de sustancias tóxicas, etc., pueden ser principalmente cardiovasculares: arritmias, valvulopatías, hipertensión, incremento del colesterol, etc. -cosas que por supuesto aumentan el riesgo de infarto-; en otros problemas gástricos que los llevan a las ulceras, a las gastritis a repetición, a problemas intestinales, etc.; y en otros a contracturas o problemas articulares como la artritis y la artrosis; así como a muchas otras alteraciones más, entre las que sobresale por su importancia, el deterioro de nuestro sistema inmunológico. Problemas que en su conjunto constituyen la profusa lista de desequilibrios y de enfermedades orgánicas motivadas por el stress, dentro de la cual muchos investigadores incluyen, ciertos tipos de cáncer.

No es que el stress sea la causa directa de todas las patologías vinculadas a él; es causa directa de muchas de ellas y respecto a otras actúa básicamente como agente predisponente, desencadenante o potenciador; sobre todo a través de ese deterioro de nuestro sistema inmunológico que mencionamos recién. Esto significa en forma esquemática: que dadas tales predisposiciones y características de una persona, si a eso se le agrega una situación intensa o persistente de stress, entonces se hace segura o casi segura la irrupción en ese individuo, de tal cuadro, de tal síndrome o de tal enfermedad.

Creo que a manera de puesta en limpio de lo hablado hasta aquí tratando de definir al stress, podríamos decir que el mismo es un proceso en el cual podemos distinguir:

- Primero la agresión por parte de uno o más estresores lo suficientemente importantes como para poner en jaque nuestra capacidad de defensa, agresión de la que no podemos defendernos eliminando su fuente de origen, simplemente porque no tenemos la capacidad para hacerlo; no estando tampoco en condiciones de evitar su daño alejándonos de ella, porque tampoco nos es posible hacerlo –como es por ej. el caso de alguien que sufre constante maltrato laboral en un empleo al que no puede renunciar por falta de alternativas, o el de una mujer sometida a una violencia física y emocional por parte de un marido abusivo, del cual siente -justificadamente o no-, que no puede separarse; o el de quien tiene que amoldarse a tolerar una enfermedad crónica y dolorosa porque no existe remedio ni alivio para su situación.

- El segundo factor, como ya dijimos, es el desgaste provocado por la continuidad de una lucha ineficaz contra una situación que se prolonga en el tiempo.

- Y en tercer lugar, el paulatino agotamiento y el eventual colapso de nuestra capacidad defensiva; lo cual nos expone a la aparición de otros problemas. Porque cuanto más debilitados estamos, más efecto tiene sobre nosotros la fuente primaria de agresión, y además, porque en tales circunstancias, cosas de las que antes podíamos defendernos con holgura o al menos con relativa facilidad, pasan a su vez a transformarse en nuevos estresores, por la sencilla razón de que a partir de nuestro propio debilitamiento se ha roto el equilibrio de fuerzas entre nuestra capacidad de resistencia y los embates del medio.

Dije recién “estresores”, reemplazando en parte la palabra “agresiones” -aunque sé que no es un termino que forme parte de nuestro lenguaje cotidiano-, porque no todas las agresiones son capaces de inducir en nosotros un proceso o una situación de stress. Lo que es más, tanto nuestro cuerpo como nuestra mente recibe y soporta con éxito infinidad de pequeños ataques y agresiones tanto físicas como emocionales en forma cotidiana –muchas de las cuales nos pasan incluso desapercibidas (ataques provenientes de bacterias inocuas, virus de enfermedades leves, ruido, smog, pequeños groserías de la gente, problemas laborales normales y cotidianos, comunes urgencias económicas, hacinamiento en los medios de transporte para poder ir o volver del trabajo, etc.)-, agresiones que normalmente logramos manejar con suficiente holgura sin entrar en una situación de mayor desequilibrio físico u emocional. No digo que estas cosas no sean molestas o irritantes, ni que no puedan tener un efecto dañino importante por acumulación; pero en condiciones normales, de hecho logramos manejarnos bastante bien frente a ellas. En parte porque estamos acostumbrados a lidiar constantemente con ese tipo de cosas, y en parte, porque quizás preocupados por problemas más graves, de hecho nos pasan prácticamente desapercibidas o al menos no nos provocan una gran reacción.

Existe incluso mucha gente que logra soportar en su vida situaciones muy trágicas, angustiantes, dolorosas y teóricamente desestructurantes; sin entrar en una mayores situaciones de stress o al menos logrando reponerse rápidamente de ellas. De allí la justificación del uso de éste termino que al principio nos resulta un tanto extraño y que se usa para designar aquellas agresiones del medio que sí son estresantes para nosotros, lo cual varía en gran medida de persona a persona, en el sentido de que hay cosas que nos afectan seriamente a todos, pero hay otras que afectan más a cierta gente y a otra no. Bueno en el mismo sentido decimos que hay agresiones provenientes del medio que constituyen estresores para cualquiera, y hay otras cosas que constituyen estresores para algunas personas y para otras no lo son.
En síntesis, no sólo hay gente que no considera amenazadoras ciertas situaciones que a otros se les presentan como tales, sino que incluso dos individuos que reconocen como amenazante un mismo suceso, no necesariamente le asignan el mismo grado de peligrosidad.

Lo que sí esta comprobado, es que todo aquello que alguien viva –justificadamente o no-, como una amenaza actual o potencial para sus intereses vitales: su salud, su bienestar económico, su vida afectiva, su familia, su futuro, etc.; sufrirá en mayor o en menor medida, una reacción de stress.

Reacciones que pueden ser agudas o crónicas según el tipo de estresor y según la persona; siendo las agudas las provocadas por un único suceso defenestrante: un accidente grave, una catastrofe natural, un hecho de mucha violencia, etc. Y siendo las crónicas aquellas generalmente causadas por estresores de menor intensidad, pero que ejercen su efecto en forma constante; tales como una dolencia persistente, una relación personal conflictiva que se prolonga en el tiempo, un sentimiento de culpa que uno no puede elaborar, etc.


- ¿ De que depende que uno logre o no tener éxito en la lucha contra el estresor?

Bueno, de muchos factores. En primer lugar puede ser que la fuerza propia del estresor que nos afecta rebalse de por sí nuestra capacidad defensiva, de la misma forma que rebalsaría la de cualquiera, tal como hasta ahora lo es por ej., el deterioro inmunológico provocado por el virus del HIV, algunos tipos de cánceres y muchas otras enfermedades más, o una situación de tensión psíquica u emocional extrema e insoportable; o puede ocurrir – lo cual es lo más frecuente-, que estemos sufriendo en un mismo momento el embate de varios factores estresantes de no muy alta intensidad, pero cuya acción simultanea tiene la capacidad de provocar un gran impacto, como dijimos anteriormente; o bien puede ocurrir que la acción de estresores incluso de baja intensidad se prolongue demasiado en el tiempo, como decíamos recién; adquiriendo de tal manera un efecto acumulativo que nos va desgastando lentamente; o bien y por último, puede ser que seamos nosotros quienes nos encontremos en un estado tal de debilidad física u emocional, que nos impida reaccionar adecuadamente a casi cualquier ataque del medio; haciendo que cualquier inconveniente u obstáculo, aunque sea mínimo, constituya para nosotros una fuente de agresión importante, capaz de alterar nuestro equilibrio y con ello nuestra salud o nuestro bienestar.

Corresponde aclarar sin embargo, que no todo montante de stress es de por sí negativo. Una dosis leve de stress es buena tanto para nuestra forma de movernos en el mundo como para un mejor funcionamiento de nuestras funciones corporales; pues nos mantiene más atentos, mas alertas, más activos, etc., a lo cual algunos denominan “eustress”, mientras que respecto al estress dañino por excesivo y perjudicial, muchos especialistas, en general pertenecientes a la medicina, acostumbren a hablar de “distress”; aunque ninguno de ellos sean términos que hayamos adoptado en nuestro lenguaje cotidiano.


- Le quiero preguntar, porque hasta ahora en los diferentes ejemplos que ha dado, y también en esta síntesis que acaba de hacer; es como si siempre los sistemas de defensa hicieran lo correcto, digamos; pero que el resultado deseable de eliminación de la fuente de agresión o el distanciamiento de ella no se logra; o bien por características propias del estresor: su intensidad, su persistencia en el tiempo, el carácter simultaneo de la agresión que realizan varios estresores a la vez, o bien por un estado de debilidad propia del individuo. Ahora, sabemos que muchas veces el remedio es peor que la enfermedad y que a veces tratando de conseguir algo bueno, hacemos cosas que agravan nuestra situación. Ocurre algo así en cuanto al stress.

Sí, lamentablemente sí. Demasiadas veces ante la imposibilidad de resolver una situación, mucha gente apela a la que quizás sea la estrategia mas autodestructiva de todas con relación a éste tema, así como a muchos otros temas más. Estrategia que consiste en la búsqueda compulsiva de anesteciamiento para poder tolerar la situación, tratando de reducir su impacto,. Sería como si uno se dijera: como no puedo modificar la realidad que me duele y que me agobia, me modifico a mí mismo -ésto es, mis sensaciones, mis pensamientos, mis sentimientos- para tratar de adaptarme a ella y tolerarla; a ver si así sufro menos y me manejo mejor. El consumo de drogas, el alcohol, el tabaquismo, la ingesta de barbitúricos, la automedicación, el uso sostenido de ciertos mecanismos psíquicos de defensa tales como la negación, la proyección, el anesteciamiento afectivo, la idealización del dolor, etc., responden a ésta mecánica, y cuando esto se convierte a su vez en un problema en sí mismo, se agrega sobre el individuo una nueva e intensa carga de estrés adicional.

Se sabe por otra parte, que existen variables actitudinales y factores relacionales que aumentan o que disminuyen la posibilidad de fracaso frente a los distintos estresores: por ej.: ni la tendencia a absorber dentro de sí los problemas en una actitud de martirológio ayuda, como tampoco ayuda el aislamiento o la soledad; ni menos aún la vivencia de falta de control sobre los factores estresantes que afectan nuestros intereses, o nuestra falta de experiencia respecto a como manejarnos con respecto al estresor. Se sabe de sobra también, que la gente que es miembro de un grupo que se conforta y que se ayuda mutuamente en forma solidaria, es capaz de soportar tensiones frente a las cuales otra persona de las mismas características, pero aislada y sin apoyo social, se desmorona. Apoyo social que por otra parte puede brindar la familia, los amigos, la pareja, etc.; e incluso la compañía de un animalito con el cual uno se encuentre encariñado.

Las variables que aumentan o disminuyen la susceptibilidad y la capacidad de resistencia al stress son muchas, muchas más de las que seguramente podremos abordar hoy.


- ¿Ahora, no hay gente que es adicta al stress?, como es el caso de los adictos al trabajo, al juego o a cualquier otra situación dañina que los lleva a una situación de tensión permanente.

Si por supuesto, mucha gente se vuelve adicta a ese aumento permanente de la adrenalina y a ese estado de sobreactivacion del que hablábamos al principio –a veces para sentirse más vivos, a veces para tapar sentimientos de culpa o estados de depresión, a veces para llamar la atención de los demás en una especie de suplica difusa, y a veces por simple autodestructividad-; es entonces cuando sola busca meterse permanentemente en situaciones provocadoras de stress; como es el caso de los adictos al trabajo y de los jugadores compulsivos que mencionaste. Y como también es el caso de esa gente que parece tener un imán para atraer personas con las que vive relaciones tormentosas, siempre cargadas de angustia, de tensión, de violencia, de celos y de incertidumbre; o de quienes transforman cualquier actividad, incluso unas vacaciones, en una lucha contra el tiempo y en una fuente de sobreexigencia y de tensión para sí mismos y para los demás.

El problema es que como ocurre con todos los estimulantes, su efecto con el tiempo disminuye -no digo su daño sobre el organismo-, así que nuestra tendencia natural frente a ello, no es otra que aumentar su dosis; con lo cual se entra en el mismo circulo vicioso que acompaña a toda adicción. Lo que es más, si bien los mecanismos de respuesta de nuestro organismo a las distintas amenazas y agresiones son demasiados complejos para describirlos aquí, baste mencionar que junto a la adrenalina, se secretan otras sustancias como la nor-adrenalina y el cortisol, el cual a su vez regula la producción de dopamina y serotonina en nuestro organismo, las cuales tienen un efecto fisiológico estimulante y placentero para el cerebro, y cuyo descenso de nivel en sangre, una vez que el organismo se ha habituado a mayores dosis, provoca depresión.

Esto se facilita por un fenómeno al cual podríamos denominar como “Equivalencia fisiológica” entre distintos tipos de conductas, incluso entre conductas muy disímiles entre sí. Déjenme dar un ejemplo porque sino el concepto puede llegarse a no entender: desde un punto de vista orgánico, no son muy diferentes las reacciones fisiológicas de alguien que acaba de salvar su vida tras un accidente, de alguien que acaba de tener un orgasmo, o de alguien que viene de cometer un crimen. En cualquiera de los casos encontramos la misma aceleración del ritmo cardíaco y respiratorio, el mismo incremento del dosaje de adrenalina en sangre y de otros componentes más, la misma sobre-estimulación de los sistemas perceptivos, la misma aceleración de otras funciones cerebrales, etc.. Por supuesto que ninguna de estas conductas son iguales, y desde un punto de vista emocional o psicológico son diametralmente diferentes e incluso opuestas y antagónicas, pudiendo predominar básicamente en una el temor, el placer, o el deseo de venganza; pero desde un punto de vista fisiológico, no. Es decir, para el organismo, muchos tipos de conductas o de experiencias diferentes, son en buena medida equivalentes desde un punto de vista fisiológico y por lo tanto, y hasta cierto punto, intercambiables. Lo cual abre amplias oportunidades de desplazamiento y de sustitución a la conducta, y da pie por ejemplo, a la posibilidad de una persona trate de buscar el mayor nivel de excitación a través del camino que para él se encuentre más facilitado; lo cual es algo que aunque responda a una mecánica muy compleja, podemos ver claramente por ejemplo, en el consumo de drogas o en cualquier otro tipo de adicción.

Es decir –y esto es grave-, el stress no solo es algo que a uno le pasa, sino que es algo que cualquiera de nosotros puede llegar a buscar activamente y a provocar en sí mismo, incluso sin darse cuenta e incluso sin saber. ¿Porque busca alguien andar por ejemplo en una moto a 240 km. por hora o jugar su patrimonio en una mesa de juego, o meterse a sabiendas en otros bretes económicos o en relaciones personales o íntimas conflictivas y deteriorantes?; si no porque disfruta básicamente de ese incremento de adrenalina en su sangre y del desafío y de la exitación de tentar a la muerte, al peligro o al destino y lograr sobrevivir.

El trasfondo dramático de todo esto, es que es cierto que en buena medida todos somos víctimas de situaciones indeseadas que escapan a nuestra voluntad, pero que también es cierto que todos somos seres capaces de automaltratarnos y de meternos en situaciones desgastantes y perjudiciales, más allá de lo que estamos dispuestos a reconocer, por la sencilla razón de que alguna satisfacción, algún placer obtenemos de ello, aunque sólo sea por ej., el cumplimiento inconsciente de algún mandato familiar.

- ¿Qué otros ejemplos de estresores emocionales y sociales podríamos mencionar?

Otros ejemplos de estresores psíquicos, pueden ser: la muerte de un ser querido –como ya dijimos- o la irrupción en él de una enfermedad física o mental incapacitante que nos obliga a prestarle un cuidado intensivo, cosa que aunque uno puede llegar a hacer con todo cariño y convencimiento, es de por sí desgastante; otro puede ser la perdida de una relación de pareja importante para nosotros; o el fracaso de un proyecto laboral o de cualquier otro tipo al que hayamos dedicado mucho tiempo, expectativas y dedicación.

Otros estresores de origen social o psico-sociales si se quiere, lo son por ej.: las dificultades para encontrar trabajo para quien esta desocupado y necesita trabajar, o la necesidad de emigrar por ese u otro motivo, la precariedad y el maltrato laboral, la percepción de falta de solidaridad del entorno en momentos que uno lo necesita, las dificultades para la atención de urgencias médicas o de problemas de salud, así como todos los emanados de la situación de inseguridad en la que vivimos desde hace tiempo frente al delito.

Por supuesto que estas tres fuentes de agresión que presentamos hoy por separado en aras de la claridad, en la practica se hallan siempre interelacionadas o se presentan juntas. Veamos por ejemplo, lo ocurrido hace unos idas con la explosión de un deposito de pirotecnia en Florencio Varela y pongámonos en la posición de un superviviente de esa situación que haya sufrido heridas graves, perdido algún miembro de su familia, visto destruida su casa en la que además trabajaba, y encontrándose a su vez al volver a ella, con que le fueron robadas todas sus maquinas y herramientas de trabajo, además de los otros bienes que poseía. Bueno creo que algo así constituye un ejemplo claro y dramático de la acción simultanea sobre una misma persona de intensos estresores físicos, psicológicos y sociales, muy difíciles de superar.

Otra implicancia social importante de las situaciones intensas de estrés –de la cual tampoco se tiene suficiente conciencia-, es que la mayoría de las personas afectadas, se tornan a su vez generadoras de estrés en los demás. Y esto no sólo a través de un simple efecto indirecto de “contagio”, sino también a través de mecanismos mucho más específicos y directos de inducción de estrés en quienes le rodean. Cosa que ocurre generalmente con los malos jefes de oficina o con los dueños y gerentes de empresas ineptos, estresados y desbordados por la realidad que tiene que manejar o por una situación personal, o bien simplemente porque poseen una especie de vocación o gusto personal por provocar estrés sobre quienes tienen una posición de poder; y verán que es prácticamente imposible que el personal a su cargo y quienes le rodean, no manifiesten a su vez, serios síntomas de estrés. Lo cual también ocurre muchas veces en las familias, etc.


- Bueno, es obvio que el tema del stress es un terreno más difícil y complicado de lo que nos solían contar hace unos años.

Si, es así. Ocurre además que los seres humanos, no sólo reaccionamos a nuestra realidad concreta y objetiva, sino también a nuestras expectativas, ideas y a nuestras fantasías sobre esa realidad; es decir: podemos tener temores angustiantes sobre el futuro que anticipan y predisponen al stress. Imaginemos por ejemplo, la situación de una persona casada, con una familia de la cual es el único sostén y que tiene que ser sometida a una operación quirúrgica importante a causa de un accidente que le provoco lesiones de las cuales no sabe si se va a reponer o por cualquier otra causa. Bueno, ahí seguramente ocurra que además del stress físico y emocional provocado por el accidente o por la enfermedad y del correspondiente a la operación; también nos encontremos con el stress provocado por la angustia de no saber si habrá de poder volver a su trabajo, el generado por los temores sobre el futuro de su familia, si eso no ocurriera, y el correspondiente a los temores relativos a las posibles alteraciones de su vida afectiva que ello podría traerle aparejado -debido por ej. A la perdida del amor de su mujer o la perdida del respeto de sus hijos, la probabilidad de tener que cambiar de ocupación y dedicarse a algo en lo cual carece de experiencia, etc.-.

O como es el caso de esa gente hipocondríaca, que vive permanentemente bajo la tortura emocional de que ya contrajo o de que seguramente habrá de contraer alguna enfermedad. O de la que vive bajo el temor a una siempre inminente catástrofe económica; o los que sienten que en algún momento, inevitablemente algo malo les habrá de suceder a él o a su familia, etc. Todo lo cual constituye una fuente permanente e inagotable de stress, que les arruina buena parte de la vida y que les absorbe una energía psíquica y física que ya no esta disponible para otros logros.


¿La ansiedad y stress, son conceptos equivalentes?

No, son dos cosas distintas; lo que sí podemos afirmar es que la ansiedad es la principal productora de stress, tanto en el plano de lo emocional como en el plano de lo físico; esto último particularmente en esa gente que toda tensión o conflicto, lo vive y lo expresa a través de su cuerpo, mediante somatizaciones u alteraciones orgánicas. Pero existen infinidad de casos, donde tanto los médicos como los psicólogos pueden detectar intensos signos de estrés, sin que las personas afectadas manifiesten ni sientan ningún tipo de ansiedad. A su vez la conciencia del estrés puede producir ansiedad –sobre todo en las personas que conocen sus peligros -. Pensemos por ejemplo en alguien con antecedentes cardíacos, que se sabe inmerso en una fuerte situación de estrés y que conoce sus posibles consecuencias; no es difícil pensar que esto puede provocarle una fuerte reacción de ansiedad. O que alguien percibiendo su ansiedad, se sienta a su vez débil y vulnerable lo cual puede agregar una cuota extra de stress, a su cuadro general. Pero ansiedad y stress son dos cosas distintas, aunque caminen casi siempre juntas y nunca se encuentren muy lejos, la una de la otra.


¿Se puede hablar de la existencia de estresores internos?

Si, por supuesto, y son los de accionar más estable, los más persistentes y los más difíciles de erradicar; porque con el tiempo se vuelven parte de la identidad personal y cuando esto ocurre, cuando algo se vuelve parte de nuestra identidad personal, es muy difícil de remover, pues para ello hay en cierta forma que dejar de ser uno mismo, lo cual nunca es fácil, sobre todo a partir de cierta edad.


¿Qué ejemplos de estresores internos se podrían mencionar?

Los modelos o mandatos familiares conflictivos, los sentimientos de culpa, en especial la culpa frente a uno mismo –la cual puede llegar a ser mucho más intensa que la culpa frente a los demás-; los anhelos, los proyectos personales y los deseos vitales que uno siente que ya no habrá de realizar –siempre y cuando esto nos duela por supuesto-, el recuerdo de fracasos importantes que no nos perdonamos, la sobreexigencia desmedida; constituyen ejemplos de estresores que podemos llamar internos y que de hecho pueden constituir intensas fuentes de stress.

Otro tipo de estresores internos muy importantes y muy vinculados a la ansiedad, de los cuales se habla muy poco, son los que tienen su fuente en los sucesos traumáticos de nuestra historia. Para comprenderlos bien, hay que tener presente que ningún hecho importante y angustiante que hayamos vivido desaparece realmente de nuestra psiquísmo, aunque su recuerdo se nos vuelva difícil y se halle marginado de nuestra conciencia habitual. Ubiquémonos por ej. en la situación de alguien que haya vivido hambre en su infancia, o que haya sido sometido a situaciones de abuso infantil, o que haya recibido en forma repentina la noticia de la muerte de un ser querido, o que haya sufrido de desprecio o de marginación por parte del medio –sus compañeros de escuela, sus hermanos, o incluso sus padres-, a causa de algún defecto físico o de una discapacidad. Bueno, ninguna de estas situaciones dolorosas puede ser de hecho olvidadas, en algún lugar de la mente se conservan intactas y cualquier situación que las reedite o que despierte la posibilidad de volverlas a vivirlas, provocara una reacción de ansiedad y por lo tanto de stress, en parte equivalente a la que se viviera con anterioridad, aunque esto se manifieste por lo general en forma atemperada., pero que al mantenerlo en alerta al respecto en forma constante, tiene con el tiempo un efecto desgastante y por lo tanto perjudicial. No importara mucho de cuanto bienestar o patrimonio pueda disfrutar en su vida adulta alguien que sufrió situaciones reiteradas de carencias o de maltrato en su infancia, para él la posibilidad de perdida de su presente bienestar, despertara fantasmas que a quien no ha vivido esas situaciones no se le presentan y que por lo tanto les son muy difíciles de comprender o de considerar. De la misma manera que no será la misma la espera del retorno de los hijos que comienzan a salir de noche, para quien perdió de chico a un hermano, anteriormente a otro hijo o a cualquier otro ser querido, de que para quien no vivió nunca semejante situación.

Aprovecho aquí para cerrar una deuda que nos quedo en el camino, porque cuando estabamos al principio tratando de definir al estrés lo caracterizamos básicamente como la consecuencia de una reacción fallida a una agresión externa. Pero por otro lado entre los varios ejemplos que dimos de agresiones y de estresores, incluimos cosas tales como: una dolencia prolongada, las consecuencias de un accidente, la muerte de un allegado, etc.; todas cosas que cualquiera tiene derecho a catalogar como internas, en especial un dolor físico por ejemplo, que obviamente emana de nuestro cuerpo. El tema es que las catalogamos de externas, porque es así es como lo vive nuestro cerebro. Por supuesto que éste discrimina si el dolor que siente en el cuerpo surgió de un accidente en la calle o de una enfermedad, o si la angustia que siente es causa de la perdida de una relación personal importante o de temores difusos sobre el futuro; pero no es eso lo que importa; lo que importa es saber que esa parte de nuestro cerebro que reacciona a la agresión, reacciona a ella precisamente porque la vive como una amenaza externa, y cuando no la siente como tal, no reacciona.

¿Qué recomendaciones podríamos dar a nuestros oyentes, en cuanto a la evitación o resolución de situaciones de stress?

Podríamos decir que el stress no es algo que uno pueda atacar directamente, sino más bien algo que uno tiene que diluir; trabajando si es posible sobre sus causas y tratando de alejarse poco a poco de aquello que lo provoca e incrementa, lo cual por supuesto es mucho más fácil de decir que de hacer. Pues el mismo es por lo general el resultado de hábitos de vida insalubres, una consecuencia de estos hábitos o de agresiones inevitables del medio externo; que a su vez provocan otras consecuencias que lo realimentan, en un circulo vicioso que a veces se amplia a través de un efecto llamado “domino”.

Con todo, sabemos que los efectos de los estresores son intensificados por ciertas situaciones o actitudes personales: perdida de control sobre la fuente de agresión y aceptación pasiva de ese hecho, soledad, tendencia al aislamiento, incapacidad de reflexión y de comunicación, falta de experiencia con relación al estresor, etc. Y que disminuyen con hábitos de vida sana, con el apoyo social, con el vivir con objetivos y proyectos saludables de mediano y largo plazo, con el temple y la capacidad de esperanza, con el robustecimiento de las capacidades de relación interpersonal, con el acumulamiento de experiencias previas exitosas respecto al estresor, etc.. Al respecto no deja de ser oportuno mencionar que una de las enseñanzas más importantes en cuanto al tema que nos ocupa, que dejaron las experiencias limites vividas por los prisioneros de campos de concentración –quizás el modelo más acabado de lo traumático y de lo estresante que se puede llegar a imaginar-, es que la mayor parte de la gente que llego a sobrevivir a ellos –en la medida en que esto dependió de sus conductas y de su actitud-, fueron personas que poseían fuertes deseos e intereses vitales o fuertes convicciones sociales, políticas o religiosas, es decir personas que tenían porque vivir y que no vivían sólo para sí encerrados en la lamentación sobre sus perdidas y sus desgracias personales y que poseían por lo tanto una especial capacidad de lucha y de esperanza que los preservaba de los peligros de la pasividad, y que los inducía a bregar por metas que los trascendían como individuos.



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