6/8/10

Entrevista Periodística sobre el Stress

SOBRE EL STRESS

(Desgrabación de entrevista: Radio “Signos” – AM 97.5: Programa “Encuentros Barriales” - 19 / 1 / 2004.)

Introducción:


Actualmente al stress se lo tiene bastante olvidado y cuando esporádicamente volvemos a escuchar de él, uno siente que es muy poco lo que se ha agregado sobre el tema, mas allá de lo que se decía hace ya varios años. Por otra parte –y lo que es mas grave-, uno siente que en la practica, es casi nula la actividad de nuestros sistemas sanitarios para prevenirlo o compensarlo. Seguramente porque compelidos por una realidad más acuciante, estos deban atender permanentemente a otras urgencias –urgencias que irónicamente sabemos en buena medida producidas por el stress-; o quizás, porque ocurra que las causas del mismo, no se consideran de hecho posibles de solucionar.

Tampoco pareciera existir actualmente ni entre nuestra ciudadanía, ni en nuestros medios de comunicación, una preocupación muy acentrada por el stress, ni una atención acorde a la importancia que por otro lado se le asigna en cuanto a nuestra salud, a nuestro bienestar individual, y a nuestra calidad de vida. Y esto probablemente, porque cierta muletilla repetida innumerables veces a lo largo de muchos años, logro convencernos que “El stress es parte de la vida moderna”; lo cual contrasta fuertemente con esa otra afirmación, también muy repetida en aquellos tiempos, que nos urgía a comprender que al stress había que tomarlo con mucha seriedad, porque “El stress mata”; aunque preocupados por sobrellevar las sucesivas crisis económicas que absorben nuestro esfuerzo, nuestro tiempo y nuestras preocupaciones desde hace ya muchos años, tanto nuestro bienestar como nuestra salud hayan quedado relegados para nosotros a un segundo plano. Cosa que sí, de verdad, debería preocuparnos.

Hoy nos acompaña el Lic. Ramón Prieto, psicólogo clínico, docente universitario con mas de 17 años de dedicación y actual coordinador de talleres de Programa de Salud Mental del Hospital Pirovano.


                                               -----------


- Lic. Prieto: ¿En qué consiste o como podemos definir al stress?

Bueno, creo que la mejor manera de comprender el stress es comenzar viéndolo como el resultado de un intento fallido de defensa frente a agresiones provenientes del medio externo. Situación donde el fracaso en eliminar o en apartarse de la fuente de agresión, desencadena dentro nuestro, un intenso, prolongado y en la práctica ineficaz intento de defensa; dando inicio así a ese proceso dañino que denominamos stress. El cual desgasta y debilita poco a poco nuestro organismo y que en casos extremos nos conduce hacia un colapso físico y mental.

El mecanismo por el cual el stress produce en nosotros un debilitamiento progresivo, surge del hecho de que la primer y principal reacción fisiológica de defensa con que contamos como especie, para tratar de resistir las agresiones y las amenazas del mundo externo, es el incremento de nuestros niveles de adrenalina en sangre. Incremento ordenado por nuestro cerebro y destinado a provocar una fuerte activación de todas aquellas funciones fisiológicas y psíquicas que facilitan en nosotros, tanto la fuga como el ataque frente a una amenaza externa; lo cual constituye un mecanismo de defensa desarrollado por nuestra especie a través de cientos de miles de años de evolución.

El problema es que como con esto en muchos casos no alcanza para eliminar muchas de las posibles fuentes de agresión a las que podemos estar expuestos y a veces ni siquiera para apartarnos de ellas, la situación de agresión persiste; por lo que nuestro organismo se ve llevado a reiterar una y otra vez el mismo fallido intento de defensa. Lo cual lo lleva inevitablemente a un estado sostenido de sobreactivacion.

Una analogía posible sería la de un motor que marcha a un ritmo demasiado intenso durante periodos demasiados prolongados, lo cual tiene en común con las personas que sufren estrés, la situación de desgaste. Y dado que nuestras reservas orgánicas y recursos defensivos son muchos, pero no infinitos, esta situación no puede mantenerse en forma indefinida sin que se produzca un creciente y finalmente masivo deterioro de nuestro estado físico, psíquico y emocional. Lo cual además de la perdida de nuestro bienestar, nos acarrea generalmente una serie de otras graves alteraciones.

Alteraciones que según la predisposición genética de cada uno, de su estado de salud y según la incidencia además de otros factores, tales como los hábitos alimenticios, el consumo o no de sustancias tóxicas, etc., pueden ser principalmente cardiovasculares: arritmias, valvulopatías, hipertensión, incremento del colesterol, etc. -cosas que por supuesto aumentan el riesgo de infarto-; en otros problemas gástricos que los llevan a las ulceras, a las gastritis a repetición, a problemas intestinales, etc.; y en otros a contracturas o problemas articulares como la artritis y la artrosis; así como a muchas otras alteraciones más, entre las que sobresale por su importancia, el deterioro de nuestro sistema inmunológico. Problemas que en su conjunto constituyen la profusa lista de desequilibrios y de enfermedades orgánicas motivadas por el stress, dentro de la cual muchos investigadores incluyen, ciertos tipos de cáncer.

No es que el stress sea la causa directa de todas las patologías vinculadas a él; es causa directa de muchas de ellas y respecto a otras actúa básicamente como agente predisponente, desencadenante o potenciador; sobre todo a través de ese deterioro de nuestro sistema inmunológico que mencionamos recién. Esto significa en forma esquemática: que dadas tales predisposiciones y características de una persona, si a eso se le agrega una situación intensa o persistente de stress, entonces se hace segura o casi segura la irrupción en ese individuo, de tal cuadro, de tal síndrome o de tal enfermedad.

Creo que a manera de puesta en limpio de lo hablado hasta aquí tratando de definir al stress, podríamos decir que el mismo es un proceso en el cual podemos distinguir:
- Primero la agresión por parte de uno o más estresores lo suficientemente importantes como para poner en jaque nuestra capacidad de defensa, agresión de la que no podemos defendernos eliminando su fuente de origen, simplemente porque no tenemos la capacidad para hacerlo; no estando tampoco en condiciones de evitar su daño alejándonos de ella, porque tampoco nos es posible hacerlo –como es por ej. el caso de alguien que sufre constante maltrato laboral en un empleo al que no puede renunciar por falta de alternativas, o el de una mujer sometida a una violencia física y emocional por parte de un marido abusivo, del cual siente -justificadamente o no-, que no puede separarse; o el de quien tiene que amoldarse a tolerar una enfermedad crónica y dolorosa porque no existe remedio ni alivio para su situación.
- El segundo factor, como ya dijimos, es el desgaste provocado por la continuidad de una lucha ineficaz contra una situación que se prolonga en el tiempo.
- Y en tercer lugar, el paulatino agotamiento y el eventual colapso de nuestra capacidad defensiva; lo cual nos expone a la aparición de otros problemas. Porque cuanto más debilitados estamos, más efecto tiene sobre nosotros la fuente primaria de agresión, y además, porque en tales circunstancias, cosas de las que antes podíamos defendernos con holgura o al menos con relativa facilidad, pasan a su vez a transformarse en nuevos estresores, por la sencilla razón de que a partir de nuestro propio debilitamiento se ha roto el equilibrio de fuerzas entre nuestra capacidad de resistencia y los embates del medio.

Dije recién “estresores”, reemplazando en parte la palabra “agresiones” -aunque sé que no es un termino que forme parte de nuestro lenguaje cotidiano-, porque no todas las agresiones son capaces de inducir en nosotros un proceso o una situación de stress. Lo que es más, tanto nuestro cuerpo como nuestra mente recibe y soporta con éxito infinidad de pequeños ataques y agresiones tanto físicas como emocionales en forma cotidiana –muchas de las cuales nos pasan incluso desapercibidas (ataques provenientes de bacterias inocuas, virus de enfermedades leves, ruido, smog, pequeños groserías de la gente, problemas laborales normales y cotidianos, comunes urgencias económicas, hacinamiento en los medios de transporte para poder ir o volver del trabajo, etc.)-, agresiones que normalmente logramos manejar con suficiente holgura sin entrar en una situación de mayor desequilibrio físico u emocional. No digo que estas cosas no sean molestas o irritantes, ni que no puedan tener un efecto dañino importante por acumulación; pero en condiciones normales, de hecho logramos manejarnos bastante bien frente a ellas. En parte porque estamos acostumbrados a lidiar constantemente con ese tipo de cosas, y en parte, porque quizás preocupados por problemas más graves, de hecho nos pasan prácticamente desapercibidas o al menos no nos provocan una gran reacción.

Existe incluso mucha gente que logra soportar en su vida situaciones muy trágicas, angustiantes, dolorosas y teóricamente desestructurantes; sin entrar en una mayores situaciones de stress o al menos logrando reponerse rápidamente de ellas. De allí la justificación del uso de éste termino que al principio nos resulta un tanto extraño y que se usa para designar aquellas agresiones del medio que sí son estresantes para nosotros, lo cual varía en gran medida de persona a persona, en el sentido de que hay cosas que nos afectan seriamente a todos, pero hay otras que afectan más a cierta gente y a otra no. Bueno en el mismo sentido decimos que hay agresiones provenientes del medio que constituyen estresores para cualquiera, y hay otras cosas que constituyen estresores para algunas personas y para otras no lo son.

En síntesis, no sólo hay gente que no considera amenazadoras ciertas situaciones que a otros se les presentan como tales, sino que incluso dos individuos que reconocen como amenazante un mismo suceso, no necesariamente le asignan el mismo grado de peligrosidad.
Lo que sí esta comprobado, es que todo aquello que alguien viva –justificadamente o no-, como una amenaza actual o potencial para sus intereses vitales: su salud, su bienestar económico, su vida afectiva, su familia, su futuro, etc.; sufrirá en mayor o en menor medida, una reacción de stress.

Reacciones que pueden ser agudas o crónicas según el tipo de estresor y según la persona; siendo las agudas las provocadas por un único suceso defenestrante: un accidente grave, una catastrofe natural, un hecho de mucha violencia, etc. Y siendo las crónicas aquellas generalmente causadas por estresores de menor intensidad, pero que ejercen su efecto en forma constante; tales como una dolencia persistente, una relación personal conflictiva que se prolonga en el tiempo, un sentimiento de culpa que uno no puede elaborar, etc.


- ¿ De que depende que uno logre o no tener éxito en la lucha contra el estresor?

Bueno, de muchos factores. En primer lugar puede ser que la fuerza propia del estresor que nos afecta rebalse de por sí nuestra capacidad defensiva, de la misma forma que rebalsaría la de cualquiera, tal como hasta ahora lo es por ej., el deterioro inmunológico provocado por el virus del HIV, algunos tipos de cánceres y muchas otras enfermedades más, o una situación de tensión psíquica u emocional extrema e insoportable; o puede ocurrir – lo cual es lo más frecuente-, que estemos sufriendo en un mismo momento el embate de varios factores estresantes de no muy alta intensidad, pero cuya acción simultanea tiene la capacidad de provocar un gran impacto, como dijimos anteriormente; o bien puede ocurrir que la acción de estresores incluso de baja intensidad se prolongue demasiado en el tiempo, como decíamos recién; adquiriendo de tal manera un efecto acumulativo que nos va desgastando lentamente; o bien y por último, puede ser que seamos nosotros quienes nos encontremos en un estado tal de debilidad física u emocional, que nos impida reaccionar adecuadamente a casi cualquier ataque del medio; haciendo que cualquier inconveniente u obstáculo, aunque sea mínimo, constituya para nosotros una fuente de agresión importante, capaz de alterar nuestro equilibrio y con ello nuestra salud o nuestro bienestar.

Corresponde aclarar sin embargo, que no todo montante de stress es de por sí negativo. Una dosis leve de stress es buena tanto para nuestra forma de movernos en el mundo como para un mejor funcionamiento de nuestras funciones corporales; pues nos mantiene más atentos, mas alertas, más activos, etc., a lo cual algunos denominan “eustress”, mientras que respecto al estress dañino por excesivo y perjudicial, muchos especialistas, en general pertenecientes a la medicina, acostumbren a hablar de “distress”; aunque ninguno de ellos sean términos que hayamos adoptado en nuestro lenguaje cotidiano.

- Le quiero preguntar, porque hasta ahora en los diferentes ejemplos que ha dado, y también en esta síntesis que acaba de hacer; es como si siempre los sistemas de defensa hicieran lo correcto, digamos; pero que el resultado deseable de eliminación de la fuente de agresión o el distanciamiento de ella no se logra; o bien por características propias del estresor: su intensidad, su persistencia en el tiempo, el carácter simultaneo de la agresión que realizan varios estresores a la vez, o bien por un estado de debilidad propia del individuo. Ahora, sabemos que muchas veces el remedio es peor que la enfermedad y que a veces tratando de conseguir algo bueno, hacemos cosas que agravan nuestra situación. Ocurre algo así en cuanto al stress.

 
Sí, lamentablemente sí. Demasiadas veces ante la imposibilidad de resolver una situación, mucha gente apela a la que quizás sea la estrategia mas autodestructiva de todas con relación a éste tema, así como a muchos otros temas más. Estrategia que consiste en la búsqueda compulsiva de anesteciamiento para poder tolerar la situación, tratando de reducir su impacto,. Sería como si uno se dijera: como no puedo modificar la realidad que me duele y que me agobia, me modifico a mí mismo -ésto es, mis sensaciones, mis pensamientos, mis sentimientos, mi capacidad de percepción-, para tratar de adaptarme a ella y tolerarla; a ver si así sufro menos y me manejo mejor. El consumo de drogas, el alcohol, el tabaquismo, la ingesta de barbitúricos, la automedicación, el uso sostenido de ciertos mecanismos psíquicos de defensa tales como la negación, la proyección, el anesteciamiento afectivo, la idealización del dolor, etc., responden a ésta mecánica, y cuando esto se convierte a su vez en un problema en sí mismo, se agrega sobre el individuo una nueva e intensa carga de estrés adicional.

Se sabe por otra parte, que existen variables actitudinales y factores relacionales que aumentan o que disminuyen la posibilidad de fracaso frente a los distintos estresores: por ej.: ni la tendencia a absorber dentro de sí los problemas en una actitud de martirológio ayuda, como tampoco ayuda el aislamiento o la soledad; ni menos aún la vivencia de falta de control sobre los factores estresantes que afectan nuestros intereses, o nuestra falta de experiencia respecto a como manejarnos con respecto al estresor. Se sabe de sobra también, que la gente que es miembro de un grupo que se conforta y que se ayuda mutuamente en forma solidaria, es capaz de soportar tensiones frente a las cuales otra persona de las mismas características, pero aislada y sin apoyo social, se desmorona. Apoyo social que por otra parte puede brindar la familia, los amigos, la pareja, etc.; e incluso la compañía de un animalito con el cual uno se encuentre encariñado.
Las variables que aumentan o disminuyen la susceptibilidad y la capacidad de resistencia al stress son muchas, muchas más de las que seguramente podremos abordar hoy.


 
- ¿Ahora, no hay gente que es adicta al stress?, como es el caso de los adictos al trabajo, al juego o a cualquier otra situación dañina que los lleva a una situación de tensión permanente.


Si por supuesto, mucha gente se vuelve adicta a ese aumento permanente de la adrenalina y a ese estado de sobreactivacion del que hablábamos al principio –a veces para sentirse más vivos, a veces para tapar sentimientos de culpa o estados de depresión, a veces para llamar la atención de los demás en una especie de suplica difusa, y a veces por simple autodestructividad-; es entonces cuando sola busca meterse permanentemente en situaciones provocadoras de stress; como es el caso de los adictos al trabajo y de los jugadores compulsivos que mencionaste. Y como también es el caso de esa gente que parece tener un imán para atraer personas con las que vive relaciones tormentosas, siempre cargadas de angustia, de tensión, de violencia, de celos y de incertidumbre; o de quienes transforman cualquier actividad, incluso unas vacaciones, en una lucha contra el tiempo y en una fuente de sobreexigencia y de tensión para sí mismos y para los demás.

El problema es que como ocurre con todos los estimulantes, su efecto con el tiempo disminuye -no digo su daño sobre el organismo-, así que nuestra tendencia natural frente a ello, no es otra que aumentar su dosis; con lo cual se entra en el mismo circulo vicioso que acompaña a toda adicción. Lo que es más, si bien los mecanismos de respuesta de nuestro organismo a las distintas amenazas y agresiones son demasiados complejos para describirlos aquí, baste mencionar que junto a la adrenalina, se secretan otras sustancias como la nor-adrenalina y el cortisol, el cual a su vez regula la producción de dopamina y serotonina en nuestro organismo, las cuales tienen un efecto fisiológico estimulante y placentero para el cerebro, y cuyo descenso de nivel en sangre, una vez que el organismo se ha habituado a mayores dosis, provoca depresión.

Esto se facilita por un fenómeno al cual podríamos denominar como “Equivalencia fisiológica” entre distintos tipos de conductas, incluso entre conductas muy disímiles entre sí. Déjenme dar un ejemplo porque sino el concepto puede llegar a no entenderse como amerita. Digamos que desde un punto de vista orgánico, no son muy diferentes las reacciones fisiológicas de alguien que acaba de salvar su vida tras un accidente, de alguien que acaba de tener un orgasmo, o de alguien que viene de cometer un crimen. En cualquiera de los casos encontramos la misma aceleración del ritmo cardíaco y respiratorio, el mismo incremento del dosaje de adrenalina en sangre y de otros componentes más, la misma sobre-estimulación de los sistemas perceptivos, la misma aceleración de otras funciones cerebrales, etc.. Por supuesto que ninguna de estas conductas son iguales, y desde un punto de vista emocional o psicológico son diametralmente diferentes e incluso opuestas y antagónicas, pudiendo predominar básicamente en una el temor, el placer, o el deseo de venganza; pero desde un punto de vista fisiológico, no. Es decir, para el organismo, muchos tipos de conductas o de experiencias diferentes, son en buena medida equivalentes desde un punto de vista fisiológico y por lo tanto, y hasta cierto punto, intercambiables. Lo cual abre amplias oportunidades de desplazamiento y de sustitución a la conducta, y da pie por ejemplo, a la posibilidad de una persona trate de buscar el mayor nivel de excitación a través del camino que para él se encuentre más facilitado; lo cual es algo que aunque responda a una mecánica muy compleja, podemos ver claramente por ejemplo, en el consumo de drogas o en cualquier otro tipo de adicción.
Es decir –y esto es grave-, el stress no solo es algo que a uno le pasa, sino que es algo que cualquiera de nosotros puede llegar a buscar activamente y a provocar en sí mismo, incluso sin darse cuenta e incluso sin saber. ¿Porque busca alguien andar por ejemplo en una moto a 240 km. por hora o jugar su patrimonio en una mesa de juego, o meterse a sabiendas en otros bretes económicos o en relaciones personales o íntimas conflictivas y deteriorantes?; si no porque disfruta básicamente de ese incremento de adrenalina en su sangre y del desafío y de la exitación de tentar a la muerte, al peligro o al destino y lograr sobrevivir.

El trasfondo dramático de todo esto, es que es cierto que en buena medida todos somos víctimas de situaciones indeseadas que escapan a nuestra voluntad, pero que también es cierto que todos somos seres capaces de automaltratarnos y de meternos en situaciones desgastantes y perjudiciales, más allá de lo que estamos dispuestos a reconocer, por la sencilla razón de que alguna satisfacción, algún placer obtenemos de ello, aunque sólo sea por ej., el cumplimiento inconsciente de algún mandato familiar o de algún objetivo propio, inconsciente.



- ¿Qué otros ejemplos de estresores emocionales y sociales podríamos mencionar?

 
Otros ejemplos de estresores psíquicos, pueden ser: la muerte de un ser querido –como ya dijimos- o la irrupción en él de una enfermedad física o mental incapacitante que nos obliga a prestarle un cuidado intensivo, cosa que aunque uno puede llegar a hacer con todo cariño y convencimiento, es de por sí desgastante; otro puede ser la perdida de una relación de pareja importante para nosotros; o el fracaso de un proyecto laboral o de cualquier otro tipo al que hayamos dedicado mucho tiempo, expectativas y dedicación.

Otros estresores de origen social o psico-sociales si se quiere, lo son por ej.: las dificultades para encontrar trabajo para quien esta desocupado y necesita trabajar, o la necesidad de emigrar por ese u otro motivo, la precariedad, la futilidad y el maltrato laboral, la percepción de falta de solidaridad del entorno en momentos que uno lo necesita, las dificultades para la atención de urgencias médicas o de problemas de salud, así como todos los emanados de la situación de inseguridad en la que vivimos desde hace tiempo frente al delito.

Por supuesto que estas tres fuentes de agresión que presentamos hoy por separado en aras de una mínima claridad, en la practica se hallan siempre interelacionadas o se presentan juntas. Veamos por ejemplo, lo ocurrido hace unos idas con la explosión de un deposito de pirotecnia en Florencio Varela y pongámonos en la posición de un superviviente de esa situación que haya sufrido heridas graves, perdido algún miembro de su familia, visto destruida su casa en la que además trabajaba, y encontrándose a su vez al volver a ella, con que le fueron robadas todas sus maquinas y herramientas de trabajo, además de los otros bienes que poseía. Bueno creo que algo así constituye un ejemplo claro y dramático de la acción simultanea sobre una misma persona de intensos estresores físicos, psicológicos y sociales, muy difíciles de sobrellevar y superar.

Otra implicancia social importante de las situaciones intensas de estrés –de la cual tampoco se tiene suficiente conciencia-, es que la mayoría de las personas afectadas, se tornan a su vez generadoras de estrés en los demás. Y esto no sólo a través de un simple efecto indirecto de “contagio”, sino también a través de mecanismos mucho más específicos y directos de inducción de estrés en quienes le rodean. Cosa que ocurre generalmente con los malos jefes de oficina o con los dueños y gerentes de empresas ineptos, estresados y desbordados por la realidad que tiene que manejar o por una situación personal, o bien simplemente porque poseen una especie de vocación o gusto personal por provocar estrés sobre quienes tienen una posición de poder; y verán que es prácticamente imposible que el personal a su cargo y quienes le rodean, no manifiesten a su vez, serios síntomas de estrés. Lo cual también ocurre muchas veces en las familias, etc.

- Bueno, es obvio que el tema del stress es un terreno más difícil y complicado de lo que nos solían contar hace unos años.

Si, es así. Ocurre además que los seres humanos, no sólo reaccionamos a nuestra realidad concreta y objetiva, sino también a nuestras expectativas, ideas y a nuestras fantasías sobre esa realidad; es decir: podemos tener temores angustiantes sobre el futuro que anticipan y predisponen al stress. Imaginemos por ejemplo, la situación de una persona casada, con una familia de la cual es el único sostén y que tiene que ser sometida a una operación quirúrgica importante a causa de un accidente que le provoco lesiones de las cuales no sabe si se va a reponer o por cualquier otra causa. Bueno, ahí seguramente ocurra que además del stress físico y emocional provocado por el accidente o por la enfermedad y del correspondiente a la operación; también nos encontremos con el stress provocado por la angustia de no saber si habrá de poder volver a su trabajo, el generado por los temores sobre el futuro de su familia, si eso no ocurriera, y el correspondiente a los temores relativos a las posibles alteraciones de su vida afectiva que ello podría traerle aparejado -debido por ej. A la perdida del amor de su mujer o la perdida del respeto de sus hijos, la probabilidad de tener que cambiar de ocupación y dedicarse a algo en lo cual carece de experiencia, etc.-.

O como es el caso de esa gente hipocondríaca, que vive permanentemente bajo la tortura emocional de que ya contrajo o de que seguramente habrá de contraer alguna enfermedad. O de la que vive bajo el temor a una siempre inminente catástrofe económica; o los que sienten que en algún momento, inevitablemente algo malo les habrá de suceder a él o a su familia, etc. Todo lo cual constituye una fuente permanente e inagotable de stress, que les arruina buena parte de la vida y que les absorbe una energía psíquica y física que ya no esta disponible para otros logros.


¿La ansiedad y stress, son conceptos equivalentes?


No, son dos cosas distintas; lo que sí podemos afirmar es que la ansiedad es la principal productora de stress, tanto en el plano de lo emocional como en el plano de lo físico; esto último particularmente en esa gente que toda tensión o conflicto, lo vive y lo expresa a través de su cuerpo, mediante somatizaciones u alteraciones orgánicas. Pero existen infinidad de casos, donde tanto los médicos como los psicólogos pueden detectar intensos signos de estrés, sin que las personas afectadas manifiesten ni sientan ningún tipo de ansiedad. A su vez la conciencia del estrés puede producir ansiedad –sobre todo en las personas que conocen sus peligros -. Pensemos por ejemplo en alguien con antecedentes cardíacos, que se sabe inmerso en una fuerte situación de estrés y que conoce sus posibles consecuencias; no es difícil pensar que esto puede provocarle una fuerte reacción de ansiedad. O que alguien percibiendo su ansiedad, se sienta a su vez débil y vulnerable lo cual puede agregar una cuota extra de stress, a su cuadro general. Pero ansiedad y stress son dos cosas distintas, aunque caminen casi siempre juntas y nunca se encuentren muy lejos, la una de la otra.



¿Se puede hablar de la existencia de estresores internos?


Si, por supuesto, y son los de accionar más estable, los más persistentes y los más difíciles de erradicar; porque con el tiempo se vuelven parte de la identidad personal y cuando esto ocurre, cuando algo se vuelve parte de nuestra identidad personal, es muy difícil de remover, pues para ello hay en cierta forma que dejar de ser uno mismo, lo cual nunca es fácil, sobre todo a partir de cierta edad.

¿Qué ejemplos de estresores internos se podrían mencionar?

Los modelos o mandatos familiares conflictivos, los sentimientos de culpa, en especial la culpa frente a uno mismo –la cual puede llegar a ser mucho más intensa que la culpa frente a los demás-; los anhelos, los proyectos personales y los deseos vitales que uno siente que ya no habrá de realizar –siempre y cuando esto nos duela por supuesto-, el recuerdo de fracasos importantes que no nos perdonamos, la sobreexigencia desmedida; constituyen ejemplos de estresores que podemos llamar internos y que de hecho pueden constituir intensas fuentes de stress.

Otro tipo de estresores internos muy importantes y muy vinculados a la ansiedad, de los cuales se habla muy poco, son los que tienen su fuente en los sucesos traumáticos de nuestra historia. Para comprenderlos bien, hay que tener presente que ningún hecho importante y angustiante que hayamos vivido desaparece realmente de nuestra psiquísmo, aunque su recuerdo se nos vuelva difícil y se halle marginado de nuestra conciencia habitual. Ubiquémonos por ej. en la situación de alguien que haya vivido hambre en su infancia, o que haya sido sometido a situaciones de abuso infantil, o que haya recibido en forma repentina la noticia de la muerte de un ser querido, o que haya sufrido de desprecio o de marginación por parte del medio –sus compañeros de escuela, sus hermanos, o incluso sus padres-, a causa de algún defecto físico o de una discapacidad. Bueno, ninguna de estas situaciones dolorosas puede ser de hecho olvidadas, en algún lugar de la mente se conservan intactas y cualquier situación que las reedite o que despierte la posibilidad de volverlas a vivirlas, provocara una reacción de ansiedad y por lo tanto de stress, en parte equivalente a la que se viviera con anterioridad, aunque esto se manifieste por lo general en forma atemperada., pero que al mantenerlo en alerta al respecto en forma constante, tiene con el tiempo un efecto desgastante y por lo tanto perjudicial. No importara mucho de cuanto bienestar o patrimonio pueda disfrutar en su vida adulta alguien que sufrió situaciones reiteradas de carencias o de maltrato en su infancia, para él la posibilidad de perdida de su presente bienestar, despertara fantasmas que a quien no ha vivido esas situaciones no se le presentan y que por lo tanto les son muy difíciles de comprender o de considerar. De la misma manera que no será la misma la espera del retorno de los hijos que comienzan a salir de noche, para quien perdió de chico a un hermano, anteriormente a otro hijo o a cualquier otro ser querido, de lo que ello puede significar que para quien no vivió nunca semejante situación.

Aprovecho aquí para cerrar una deuda que nos quedo en el camino, porque cuando estábamos al principio tratando de definir al estrés lo caracterizamos básicamente como la consecuencia de una reacción fallida a una agresión externa. Pero por otro lado entre los varios ejemplos que dimos de agresiones y de estresores, incluimos cosas tales como: una dolencia prolongada, las consecuencias de un accidente, la muerte de un allegado, etc.; todas cosas que cualquiera tiene derecho a catalogar como internas, en especial un dolor físico por ejemplo, que obviamente emana de nuestro cuerpo. El tema es que las catalogamos de externas, porque es así es como lo vive nuestro cerebro. Por supuesto que éste discrimina si el dolor que siente en el cuerpo surgió de un accidente en la calle o de una enfermedad, o si la angustia que siente es causa de la perdida de una relación personal importante o de temores difusos sobre el futuro; pero no es eso lo que importa; lo que importa aquí es saber que esa parte de nuestro cerebro que reacciona a la agresión, reacciona a ella precisamente porque la vive como una amenaza externa, y cuando no la siente como tal, no reacciona, aunque esto no sea algo fácil de entender.


 
Por último ¿Qué recomendaciones podríamos dar a nuestros oyentes, en cuanto a la evitación o resolución de situaciones de stress?


Podríamos decir que el stress no es algo que uno pueda atacar directamente, sino más bien algo que uno tiene que diluir; trabajando si es posible sobre sus causas y tratando de alejarse poco a poco de aquello que lo provoca e incrementa, lo cual por supuesto es mucho más fácil de decir que de hacer. Pues el mismo es por lo general el resultado de hábitos de vida insalubres, una consecuencia de estos hábitos o de agresiones inevitables del medio externo; que a su vez provocan otras consecuencias que lo realimentan, en un circulo vicioso que a veces se amplia a través de un efecto llamado “domino”.

Con todo, sabemos que los efectos de los estresores son intensificados por ciertas situaciones o actitudes personales: perdida de control sobre la fuente de agresión y aceptación pasiva de ese hecho, soledad, tendencia al aislamiento, incapacidad de reflexión y de comunicación, falta de experiencia con relación al estresor, etc. Y que disminuyen con hábitos de vida sana, con el apoyo social, con el vivir con objetivos y proyectos saludables de mediano y largo plazo, con el temple y la capacidad de esperanza, con el robustecimiento de las capacidades de relación interpersonal, con el acumulamiento de experiencias previas exitosas respecto al factor irritativo, etc.. Al respecto no deja de ser oportuno mencionar que una de las enseñanzas más importantes en cuanto al tema que nos ocupa, que dejaron las experiencias limites vividas por los prisioneros de campos de concentración –quizás el modelo más acabado de lo traumático y de lo estresante que alguien puede llegar a imaginar-, es que la mayor parte de la gente que llego a sobrevivir a ellos, dependió mucho de sus conductas y de su actitud, tal como tan dramática y emotivamente fuera narrado por un psicoanalista llamado Bruno Bethelheim, quién sobrevivió a su internación en uno de ellos, durante la Segunda Guerra Mundial, a través de su libro “El corazón bien informado”; el cual si uno busca, aún se consigue en la actualidad. Estas fueron personas que poseían fuertes deseos e intereses vitales o fuertes convicciones sociales, políticas o religiosas, es decir personas que tenían porque vivir y que no vivían sólo para sí encerrados en la lamentación sobre sus perdidas y sus desgracias personales, personas que poseían por lo tanto una especial capacidad de lucha y de esperanza que los preservaba de los peligros de la pasividad, y que los inducía a pesar del sufrimiento, a bregar por metas que los trascendían como seres individuales. Temas todos estos vinculados a lo que hoy la psicología anglosajona, denomina “capacidad de resilencia”, pero que inevitablemente tendremos que abordar en otro momento debido a su extensión, si es que Ud. me invita nuevamente a su programa, por supuesto.


Lic. R. Prieto


 
----------------------------------------



























































La conciencia de la existencia del stress y de sus principales consecuencias: irritación, cansancio, aumento de la probabilidad de sufrir enfermedades, es algo que se halla bastante difundida en nuestro país. En realidad puede decirse que hay pocos conceptos provenientes de la psicología y de la medicina psicosomática, que hayan recibido una aceptación tan amplia en las ultimas décadas como la noción de stress; y esto en gran medida gracias a la atención que los medios de difusión otorgaron al tema a partir de la década de los setenta y hasta mediados de los ochenta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una manera rapida de lidiar con el estres es con terapias basadas en sonidos. Es rapido y no invasivo. Puedes probar algunas terapias aqui:

www.mentallion.com

Por supuesto que esto no soluciona tus problemas reales, pero te ayuda a aclarar la mente.

Saludos
Mark