27/11/09

Sobre la dilación

Un trastorno en el manejo del tiempo

Existe un trastorno vinculado a la ansiedad que atañe especialmente al manejo del tiempo. Quienes lo viven, tienen en el tiempo a una especie de enemigo. Al tema se lo conoce como procrastinación o dilación, cosa que tiene mucho que ver con la postergación, pero aquí hay que entender ante todo, que la dilación es algo distinto a la postergación por motivos fundamentados.

La diferencia es, que si alguien que no es un procastinador tiene que hacer algo y no están dadas las condiciones, posterga y cuando estas cambian y mejoran, realiza. Pero cuando uno dilata o procastina, uno vuelve una y otra vez a postergar las cosas, aunque ya estén dadas las condiciones para ello, incluso las ideales.

Por ej.: si uno tiene pautado un encuentro con alguien a las 3 de la tarde, en un lugar que le queda a media hora de distancia, aún pudiendo salir a tiempo y viajar cómodo para llegar tranquilo a la reunión; siente antes de salir la irrenunciable obligación de comenzar a hacer cosas innecesarias, hasta que se da cuenta de que ya se le hicieron las 3 menos 10; y entonces, a pesar de la sensación de urgencia que ya lo ha inundado, decide a pesar de si mismo, que es indispensable ver antes de partir si tiene algún mensaje nuevo en el contestador, o bien llamar a alguien para explicarle algo que puede llegar a explicarle después y en forma más serena; o bien que puede llegar a no explicarle jamas.

El 20% de la gente reconoce que la dilación tiene en sus vidas un papel importante, lo cual entorpece todas sus actividades; sus relaciones con la gente, sus proyectos personales y especialmente, los tiempos de su realización.

Algo del orden de la angustia se interpone entre quienes padecen de ello y la consumación de sus actos. Renuncia de sí, dejar las cosas para otro momento, espera de un momento mejor que nunca llega, ¿quién sabe?.

Se lo considera un problema de autorregulación y quien lo sufren dedican mucho más tiempo y esfuerzos a buscar excusas y justificaciones creíbles para sus actos dilatorios, de lo que les demandaría hacer lo que se propusieron, lo que sé prometieron a sí mismos, o lo que les prometieron en algún momento a los demás. Pues ocurre que quienes padecen de este problema con el tiempo, no sólo lo sufren ellos mismos sin poder evitarlo, sino que generalmente tienen la tendencia a hacerselo sufrir igualmente a los demás; imponiéndoles que se los espere permanentemente, dejándolos plantados en un encuentro acordado, llamando por teléfono para decir que tiene algo importante que contarnos, que si vamos a estar en casa y que nos llama después, cosa que por supuesto nunca hace, por lo cual consigue dejar a la gente esperando indefinidamente una llamada que nunca llega y que entorpece su accionar. Motivo por el cual terminan defraudando a repetición, así como condenando a los otros a escuchar al final de cada periplo, ese tipo de excusas, que por reiterativas, ninguno de sus allegados ya les cree.

"Hacer sufrir activamente a otros aquello que ellos sufren en forma pasiva", según una celebre frase de Freud, es una de sus pasiones, tanto más intensa cuanto más prevalencia tengan dentro de su economía psíquica, los componentes psicopáticos que pueden y que de hecho suelen acompañar a los demás componentes de base, meramente obsesivos y depresivos. Actúa en ellos una especie de constipación crónica que afecta principalmente su conducta y su capacidad de concreción, lo cual a la larga se vuelve irritante, especialmente para los demás, pues quienes les rodean, terminan sintiendo que les manejan su tiempo y que se les obstruye con ello el uso de su libertad.

Es importante entender, que la procrastinación no es un problema generado por una falla en el sentido del tiempo o en su mensuración. Al contrario, quienes la viven no poseen menos habilidad para ello de la que tiene el común de la gente, -en tanto seres básicamente obsesivos, generalmente tienen mucho más, aunque quizás sean bastante más optimistas respecto a su manejo-, el tema tiene más que ver con poder definir con claridad las propias intenciones y con aprender a actuar en consecuencia, tolerando la angustia y enfrentando los obstáculos que se les despiertan en tales ocasiones, y asumiendo además como propios, los resultados de sus actos, aunque estos sean negativos.

La procastinación y la dilación de los actos no es más que el correlato natural y la extensión a nivel de la conducta de esa otra dilación que impone a nivel del pensamiento, el mecanismo obsesivo de la duda. No poder decidir entre A o B, si sí o si no, etc., respecto casi a cualquier tema en los casos graves, incluye entre otras cosas, el no poder decidir si ahora o después. Y cuando se elige ahora, surgen los obstáculos internos, las trabas y las autorestricciones ylos autosabotajes.

Es triste sólo poder hacer las cosas cuando a uno éstas ya no le pueden servir de nada, o cuando se tiene que sufrir tanto para su realización. Y hay algo delicioso en poder hacerlas a tiempo y en el momento apropiado; lo cual tiene mucho que ver con el propio alma, con un sentido interno de armonía y con la idea de la propia realización.

Pero para poder hacer esto, hay al parecer que poder sostener cierta angustia y una cierta incomodidad, angustia e incomodidad que se despiertan especialmente en estos seres, ante el simple hecho de poder dar por concretadas y terminadas las cosas, a veces hasta las más nimias. Para los procastinadores, esa incomodidad siempre se les presenta excesiva.

Quizás el tema involucre una cierta rebeldía, que en muchos casos puede estar relacionada con una reacción de rechazo frente a modelos educativos demasiado estrictos y asfixiantes en cuanto al manejo del tiempo vividos en la infancia, modelos que no dejaron suficiente espacio para el ordenamiento y para la autorregulación personal; y en otros, quizás, constituyan una forma de rebeldía frente al hecho de sabernos mortales, o frente a la conciencia de nuestra propia finitud y de nuestra propia muerte.

A veces con las postergaciones innecesarias y las posteriores urgencias. lo que uno busca es sentir el sabor de la adrenalina que estas despiertan, quizás porque uno se halla acostumbrado al estrés –el cual que es uno de los generadores más importantes de adrenalina-, la cual en si misma nos produce un estado interno de sobre-activación que se vuelve adictivo. Cosa que puede llevarnos a disfrutar repetidamente del vértigo de lo que puede denominarse como “corriendo al borde del precipicio" o bien, "caminando en la corniza”, las cuales tiene bastante que ver, en muchos casos, con intentos de evitar caer en una depresión amenazante, latente y presentida; haciendo así las cosas siempre a último momento y con la tensión de no saber si se va a llegar, pero también con el goce de comprobar, si es que aún podemos. “¿Me estarán esperando aún parados en esa esquina, la gente que cite?, ¿Habrán pasado ya lista en la mesa de examen?”, ¿Estaré todavía a tiempo de llegar, antes que termine la reunión en el trabajo?”.

A veces lo que se posterga es una decisión que se ha vuelto demasiado difícil de tomar, a veces es el enfrentamiento con situaciones que a uno le despiertan un cierto temor o un exceso de angustia y para las cuales no se siente aún suficientemente preparado, aunque ya de hecho, no pueda llegar a prepararse más.

Los griegos reconocían en Cronos al dios del tiempo, el cual tenia para ellos dos manifestaciones básicas: una la del tiempo justo, taxativo, la del tiempo acordado; y la otra, la del tiempo oportuno. El drama de la procastinación es que en ella ambos tiempos nunca coinciden. Por eso se llega tarde a todos lados, se llega a destiempo, se llega apurado y se llega mal. Los temas involucrados son muchos, pero como para casi todo, quizás el mejor momento sea hoy. Hoy, porque por más que nos pese y en cierto sentido, hoy, ahora, en este mismo momento, es el único tiempo que hay.

Lic. Ramón Prieto.

Junio del 2009.

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